En primer lugar: ¡FELIZ AÑO NUEVO!.
Para comenzar bien el año he pensado comentar algunos trucos para conseguir un bizcocho tierno y esponjoso. Casi todos son muy conocidos, pero creo que van a resultar muy útiles para aquellos que se están iniciando en la repostería.
En primer lugar hay que aclarar que existen principalmente dos tipos de bizcochos, los que llevan algún tipo de grasa y los que no. Los primeros pueden estar elaborados con mantequilla, margarina o aceite y necesitan la adición de levadura para que la masa pueda subir correctamente. En los segundos la masa sube gracias al aire que se introduce al batir los huevos, por eso se suelen separar claras y yemas y batir ambas hasta conseguir la consistencia adecuada. Cabe destacar que a los bizcochos con grasa también se les añade esponjosidad si se baten bien los huevos o se montan las claras a punto de nieve.
Antes de comenzar a trabajar hay que tener todos los ingredientes a temperatura ambiente, así que es aconsejable sacar de la nevera unos 15 minutos antes los ingredientes fríos (por ejemplo: huevos, mantequilla, leche, yogur...).
También se debe precalentar el horno antes de introducir en él la masa del bizcocho. Normalmente a unos 180º o 170º si el horno tiene ventilador, aunque depende de la receta.
Como ya se ha comentado es aconsejable batir enérgicamente los huevos para introducir aire. Para que este aire no se pierda, la harina y otros ingredientes como el cacao en polvo se deben añadir en forma de lluvia tamizada (se puede espolvorear con un tamiz o colador) y sólo se mezclarán lo justo para que queden integrados.
Para que no se forme una costra dura se puede untar el molde a utilizar con aceite o mantequilla, espolvorearlo con harina y meterlo en la nevera para enfriarlo unos minutos.
Cuando se introduce el bizcocho en el horno queda terminantemente prohibido abrir la puerta hasta transcurridos unos 20 minutos (para bizcochos de tamaño normal, los muffins y magdalenas tardan menos tiempo) porque si no el bizcocho se desinfla.
Hay que vigilar la temperatura del horno. Si vemos que el bizcocho está subiendo mucho por los lados y poco por el centro significa que hay que subir la temperatura un poquito. Si ocurre al revés y vemos que se está formando una montaña en el centro, entonces habrá que bajar un poco la temperatura.
Si se trata de un bizcocho pesado (con mucha fruta), que necesita mucho tiempo dentro del horno, conviene taparlo con papel de aluminio para evitar que se queme por arriba.
Una vez transcurrido el tiempo de cocción y veamos que tiene buena pinta, se abrirá con cuidado la puerta del horno (para que no entre frío de golpe) y se pinchará con una aguja (o similar). Si ésta sale limpia quiere decir que el bizcocho está en su punto, si tiene residuos pegajosos significa que todavía le falta un poquito.
Y ya está, con un poco de paciencia y mucho amor saldrán unos bizcochos esponjosos y deliciosos.